martes, 9 de mayo de 2017

POEMA DE RICARDO HERNÁNDEZ BRAVO.



Cesaba el vendaval
y aún caían los frutos de mi padre,
caían de su sangre magullada,
de sus manos venidas a mis manos,
llamándome a palpar por él,
a adentrarme en el daño,
a medirme en la criba de los vientos.
En sus ojos hincados
vi de cerca la sombra aniquilada
y, cada vez, erguido ante el estrago,
vi su pulso creyente
afirmarse en la pega, doblegar
en la eterna sorriba
la memoria del hambre,
los tercos malpaíses del origen.


(De La piedra habitada, Ediciones La Palma, 2017)


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